viernes, 21 de mayo de 2010

CINCO SENTIDOS (EUA, Francia, Alemania)

Director: Jeremy Podeswa. Producción: Carmela Frieberg/ Jeremy Podeswa. Guión: Jeremy Podeswa. Actuación de: Mary Louise Parker, Molly Parker, Gabrielle Rose, Elize Frances Stork, Maden Litz, Daniel MacIvor, Phillipe Votter, Marco Leonardi. Fotografía: Gregory Middleton. Música: Alexina Louie/ Alex Pauk. Edición: Wiebke von Carosfeld.

Las historias paralelas de este film poseen un común denominador: alguno de los sentidos de los protagonistas dirige el curso de sus sentimientos. La primera historia trata de una masajista (Rose) que adquiere placer a través de su trabajo; su hija (Litz) una adolescente reprimida, sustituye una vida sexual con el goce clandestino que le ofrece su tendencia voyeurista. Una repostera (M. L. Parker) vive a expensas del amor que le ofrece un italiano (Leonardi), obseso por la comida, y a quien no logra conocer por no lograr comunicarse ni en inglés ni en italiano. El amigo de ella (MacIvor), un homosexual amargado, vive en la búsqueda del olor que despide el amor. Un oftalmólogo (Votter) que trata de coleccionar compulsivamente todos los sonidos a su alrededor, pues está perdiendo el oído. Las historias se unen por la preocupación de una niña extraviada en el parque.

Comentario
La historia oscila entre los diferentes matices amorosos y patológicos de los personajes; empezando con la suavidad y calidez de imágenes, música y ritmo del salón de masajes para ir incluyendo, poco a poco, la vida rutinaria y falta de amor que enmarca a todos en el guión. La mayoría de los escenarios y secuencias se despliegan en ritmo pausado y con claroscuros.
Los personajes involucrados en la semántica de los sentidos tienen la misma importancia durante el film; los personajes secundarios sólo ayudan a que la historia se complete, con excepción de la niña, que como personaje es figurante; pero como elemento dramático cumple la función de permanecer presente durante toda la historia, y al tiempo de su aparición se resuelven los conflictos de la mayoría de los protagonistas.
Lo más importante es el guión y las características de los personajes, su desarrollo y culminación. La actuación es muy sobria y moderada. Salvo el momento dramático entre la masajista y la madre de la extraviada, todo se desarrolla a base de conflictos internos, los microclímax se resuelven dentro de los personajes. El clímax de la historia se da con el encuentro de la niña y el cambio que ocurre en los personajes. Se vislumbra un matiz simbólico en la menor, pues por su edad, representa la vivacidad de los cinco sentidos en una sola persona, cuestión que no se presenta en los demás personajes que viven absortos y dependientes de uno solo. La pérdida de la pequeña es la pérdida de la sensibilidad adulta; el encuentro es la posibilidad de cambiar.

José Revueltas, El luto humano,

Ediciones Era, México, 1980, 187 pp.
Esta novela, de orden psicológico y social, expone simbólicamente el fin de un pequeño sector supérstite: el campesino. Para desarrollar la trama, Revueltas aprovecha la Revolución Mexicana como marco histórico, específicamente durante una de las huelgas campesinas durante el gobierno de Calles.
La historia comienza con la agonía de la hija de unos campesinos en medio de una poderosa tormenta. Después del ritual velatorio al que acuden los pocos vecinos que hay alrededor, comienza la travesía entre la angustia y el miedo, pues el río se desborda y con él, la miseria y los recuerdos del dolor que cada personaje ha sufrido.
Un magnífico despliegue y tejido de símbolos explica las consecuencias de un hecho histórico. El estilo de Revueltas, representado por un narrador proteiforme, así como la caracterización minuciosa de personajes, provocan un estremecimiento al encontrarnos frente al espejo de la psicología mexicana, en donde se refleja su triste y desolada sombra.
Al final, el autor nos desenmascara a cada símbolo dentro de sus personajes principales, excepto de Úrsulo, el protagonista, quien representa al mexicano despojado, al invadido, al que ha perdido la brújula en el camino hacia la identidad, abriéndose paso con una venda en los ojos, pues son las manos de terceros los que conducen su voluntad, la que merma hasta el punto de anular la existencia conciente; esto es, una muerte metafísica. Muerte que define al mexicano en su lucha y deseo por saber quién es realmente. La procesión, el naufragio a ciegas por la búsqueda de un mejor porvenir en medio de la soledad. El itinerario vago y turbio de un pueblo que se ve a sí mismo sin un rostro que lo pueda explicar.