viernes, 5 de noviembre de 2010

Alcances del Surrealismo frente al Dadaísmo

Mientras que en el Dadaísmo la bandera anarquista ondeaba por un rechazo total, espontáneo y primitivo, los surrealistas pugnaban por la libertad y la afirmación constructiva que habría de plantear una nueva búsqueda experimental, apoyada en la filosofía y en la psicología. La inminente ruptura del grupo dadaísta constituyó el triunfo del instinto creador del ser humano que había emitido su aullido informe de negación hasta sus últimas consecuencias.
La rebelión destructiva que instó a los dadaístas a utilizar métodos provocadores rasgó una brecha que los artistas miembros del Partido Comunista Francés, André Breton, Louis Aragon, Paul Eluard y Philip Péret habrían de atajar con la implementación de la llamada “conciencia surrealista”, la cual denunciaba una dolorosa fractura arte/sociedad, mundo interior/exterior, fantasía/realidad. La solución que plantearon los militantes surrealistas invocaba a una libertad realizable, libertad que constituyó hasta el final su gran meta: provocar, indagar, encontrar y crear el punto de coincidencia que habría de mediar entre los puntos opuestos de la brecha.
La propuesta fue y sigue siendo una fórmula exitosa, visionaria e inagotable: la unión armoniosa del sueño/realidad, del sueño/vigilia que instaló el alma humana en la “surrealidad”, esta realidad absoluta, cuyo objetivo es liberar al “yo” subconsciente y, en consecuencia, liberadora total del espíritu. Nos instaba Breton a escuchar nuestra voz surrealista: a solas, concentrados, receptivos del dictado interior. La fuerza del oleaje a duermevela tendría que llevarnos hacia arrastres automáticos, articulados con lenguaje peculiar sin trasfondo lógico, pero mezclado todo con sentido intelectual.
Los surrealistas admiraban a dos grandes fuentes del pasado como ejemplo e inspiración, poetas que los antecedieron: Marqués de Sade, por su fuerza de instintos primitivos y Conde de Lautréamont, por la violencia de sus sentimientos. Al tiempo, vieron en Freud al padre simbólico que los adentró en el mundo subconsciente. Un padre que no los reconoció como hijos, pues nunca –confesaba- entendió el Surrealismo. ¡Ah, el fantasma del Padre! Ese ente que vive enterrado en nosotros, negado siempre a ser vencido.