domingo, 13 de febrero de 2011

Giacomo Joyce, de James Joyce

La intención de esta propuesta de lectura intenta hacer un acercamiento a la estructura externa de “Giacomo Joyce”. La fragmentación del discurso en esta poesía en prosa de James Joyce se vislumbra desde simple vista en los cincuenta párrafos que conforman la traducción de la obra. Entre párrafo y párrafo no existe conexión sintáctica. Estamos ante fragmentos diluidos del pensamiento, cuyo denominador temático es la joven alumna del irlandés. El texto comienza y termina en la absoluta desconexión:

¿Quién? Un pálido rostro rodeado de pesadas pieles olorosas. Sus movimientos son tímidos y nerviosos. Usa impertinentes. Sí: una breve sílaba. Una breve risa. Un breve batir de pestañas.
Caligrafía de telarañas, trazada larga y finamente con silencioso desdén y resignación: una joven de calidad.

Pero la desconexión va más allá de los párrafos, en la estructura específica de éstos hay una desconexión sintáctica y temática. “Usa impertinentes. Sí: una breve sílaba.” Esta fórmula se repite a lo largo del texto y la podemos explicar como una cadena de pensamientos; es decir, Joyce echa mano del discurso del pensamiento en su forma más pura: ideas yuxtapuestas que no tienen una conexión lógica aparente, pero que se logran gracias al método de asociación. La idea principal, la joven alumna, lleva al yo lírico-narrador a hilar temas, ideas, afirmaciones, cuestionamientos, suposiciones, etc. La joven es el tema detonante que “hala” otra idea, que se queda en etapa neonata: “...Ella se viste para ir al teatro. Hay fantasmas en el espejo... ¡Velas! ¡Velas!...”; y más adelante: “...Una niña a caballo. ¡Hedda! ¡Hedda Gabler!...”

Por lo anterior, podemos decir que Joyce, hábilmente, reproduce la libre asociación de ideas que es propia del pensamiento humano. En esta fórmula (tema principal-idea-recuerdo-aseveración-palabra) se construye un todo que podría representar la puesta en escena del pensamiento. Porque en la vida diaria operamos así cuando no tenemos que verbalizar nuestras ideas; es decir, pensamos en algo que nos lleva a otra cosa y la relacionamos con una tercera o cuarta. Sin conectores lógicos, sin una sintaxis perfecta. La idea nos lleva a una palabra aislada, pero que para nosotros tiene asociación. Pero aparte, Joyce concatena reflexiones breves, algunas observaciones del entorno y recuerda frases que han dicho otros, y, me atrevo a decir, apunta una fantasía: el acto sexual con la joven.
No obstante lo anterior, hay algo que unifica estos párrafos fragmentados; hay una forma de escritura, de apunte que es muy familiar en “Giacomo Joyce”, la estructura del diario personal. El texto es un diario poético de las vicisitudes del yo lírico-narrador ante los sentimientos provocados por la joven; sólo que es un diario sin fechas, sin tiempo establecido; mas existe el tiempo, transcurre. Esta estructura externa permite o legitima la fragmentación, ahora lógica, entre párrafo y párrafo. El día o la hora cambian; por lo tanto el discurso del pensamiento en cada párrafo es de distinto nivel.
Veamos la última frase: “Enviado: Ámame, ama a mi paraguas.” Aquí, el lenguaje absurdo llega al máximo, es el párrafo más desconectado en su forma; pero es la clave del diario, ya que hay un destinatario y un mensaje que cierra o despide la conversación. En él, se rescata el tema amoroso de todo el texto para continuar con el deseo de ser amado. El yo lírico-narrador se dirige a una persona a la que no puede alcanzar, a quien pide amor en forma escrita; de manera análoga, su amor se ha dirigido a la joven, de quien tampoco recibe una respuesta concreta y a quien pide amor desde su fantasía y pensamiento.