lunes, 7 de marzo de 2011

En torno a Libro de buen amor, de Arcipreste de Hita.

En el núcleo temático del Libro de buen amor, encontramos que el Arcipreste de Hita señala carencias morales con respecto a la moral que debía regir; así pues, en el transcurso de la obra, nos topamos con ejemplificaciones de los vicios o malos hábitos que se contraponen a la recomendación o moraleja que el autor expone. Asimismo, echa mano de diferentes recursos lingüísticos o juegos idiomáticos que sirven para reforzar los mensajes didácticos, mediante enumeraciones ingeniosas y amplificaciones en las palabras.
Con respecto al primer punto, cabe señalar la importancia que representa para el Arcipreste el hecho de criticar los comportamientos derivados de los siete pecados capitales, por lo que en dos partes distintas de la obra hará referencia a la importancia de finiquitar las debilidades humanas. En la primera mención, el patrón estructural en que ejemplifica los pecados capitales comienza con la presentación del pecado que va a explicar, seguido de la ilustración del vicio con sus posibles consecuencias y principales características, terminando con una aseveración del mal que provoca ser controlado por un pecado y hace una comparación con los personajes de la fábula que contará después:

AQUÍ HABLA DEL PECADO DE LA SOBERBIA

Cuando no temes algo malo andas con soberbia;
piensas, pues no tienes miedo, cómo lo pasarás,...

...A muchos perdiste por tu soberbia:
primero muchos ángeles, entre ellos Lucifer,
que, por soberbios y desagradecidos,
cayeron de sus asientos celestiales...

...El hombre muy soberbio y denodado
que no teme a Dios, ni mira lo que es justo
muere primero que otro más flaco y lacerado
le acontece lo que al asno con el caballo armado.

En la fábula ilustra con los personajes el comportamiento del pecado que está exponiendo (en este caso, la soberbia) y a través de ella, metaforiza el comportamiento de los animales con el comportamiento de los hombres. Al final, nos da su reflexión en forma de moraleja. Arcipreste de Hita señala los pecados capitales como carencia moral en las personas; de esta forma, la soberbia implica la carencia de la sencillez y humildad, dichas cualidades representan la moral que debe regir. En la segunda mención de los pecados capitales hay un castigo a don Carnal, quien representa todos los excesos carnavalescos, así como el antagonismo frente a la Cuaresma y todos los valores que ésta representa: vigilia, sacrificio, orden, etc. A su vez, don Carnal es la personificación de todos los pecados capitales, y el fraile le impone una penitencia distinta por cada pecado:

Después que el buen fraile hubo a Carnal confesado,
diole esta penitencia: que por tanto pecado cometido
comiera cada día un manjar señalado
y no comiese otra cosa y así sería perdonado:

“El domingo por tu codicia mortal,
comerás sólo garbanzos con aceite y nada más...

...“El lunes por tu mucha soberbia,
comerás arvejas y no salmón ni trucha...

...“Por tu gran avaricia ordeno que el martes
comas espárragos sin hartarte mucho,...

...“Comerás espinacas el miércoles y no muchas:
por tu lujuria loca, sólo has de comer muy poquitas,...

Esta segunda mención sirve para reforzar la supresión e inconveniencias de conducirse guiado por un pecado, así como señalar el comportamiento adecuado. Por otra parte, los juegos idiomáticos mencionados cobran gran relevancia a lo largo de todo el libro, pues con ellos se enfatizan y reiteran diferentes aspectos que Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, destaca. Uno de estos recursos es la enumeración, misma que se emplea en distintos pasajes y sirve para distinguir las propiedades de alguien o algo para su mejor conocimiento. Hay enumeración de máximas por toda la obra: “por las verdades se pierden los amigos/ y por no decirlas se hacen enemigos”; enumeración de las propiedades del dinero: “al torpe lo convierte en hombre bueno y de importancia, /hace correr al cojo, y hablar al mudo/ y el que no tiene manos, quiere tener dinero.”
La enumeración de las cualidades de la mujer: “Apuesta de talle, amorosa en los gestos,/ señoril, lozana, placentera, hermosa, /cortés y mesurada, halagadora y donosa, /graciosa y risueña, digna de todo amor.”; la enumeración de los efectos funestos del vino: “Hace perder la vista y acortar la vida; /se pierde fortaleza, si se toma sin medida; /hace temblar los huesos y perder el juicio, /con el mucho vino todo se pierde.”
También encontramos la amplificación de las palabras, que consiste en la acumulación de palabras o ideas sinónimas o antónimas, generalmente dispuestos en parejas. La mayoría de las veces, construirá este juego con sustantivos y adjetivos: “Señor, señor, socórrenos, tú que das muerte y vida; /el rey que nos diste, atendiendo a nuestras voces locas, /nos da muy malas tardes y peores mañanas.”

Con lo expuesto anteriormente, podemos concluir que la obra de Arcipreste no es sólo un compendio didáctico-moral, sino un abanico de recursos estilísticos, estructurales y temáticos que definen y enriquecen la labor última de este autor: su propia concepción del amor que será de ahí en adelante el parámetro del amor piadoso y ejemplar hacia la Virgen María y por consecuencia, el ideal de amor cortés en su época. Amar con las palabras se establece una práctica socialmente aceptada entre los caballeros españoles hacia sus damas, pues esto mismo debía ser el fiel a su amada Madre de dios encarnado.