En
una sociedad europea sustentada por el optimismo positivista de la burguesía,
que en la industrialización, la ciencia y en la idea de progreso creía
encontrar la felicidad, la paz y el bienestar de todos y cada uno de sus
habitantes, fue que surge el expresionismo como una protesta realista contra el
iluminismo que caracterizó a las distintas etapas de la revolución industrial.
Este
movimiento, que se nutre del fatalismo Nietscheano y del tono exaltado
de la música wagneriana, así como del rechazo simbolista a la posición
burguesa (positiva) de las artes, retoma de Van Gogh, Gauguin, Lautrec y Zolá,
el desistimiento a un realismo esteticista, regodeado siempre en las
técnicas con que se plasma la realidad en la obra, como fue el caso del
impresionismo, el puntillismo o el realismo, que derivarían hacia el
expresionismo, el realismo expresionista o el feísmo literario.
El
expresionismo, según el poeta alemán Kasimir Edschmid, a diferencia del
realismo, pero en la misma línea poética, “no mira: ve; no cuenta: vive; no
reproduce: recrea; no encuentra: busca. La concatenación de los hechos
–fábricas, casas, enfermedades, prostitutas, gritos y hambre- es sustituida por
su transfiguración. Los hechos adquieren importancia sólo en el momento en que
la mano del artista, que se tiende hacia a través de ellos, al cerrarse aferra
lo que está detrás de ellos.”