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Retrato íntimo de una dama (Portrait of a lady), Australia: 1996.

Directora: Jane Campion. Protagonizan: Nicole Kidman, John Malkovich. Edición: Veronika Jenet. Fotografía: Stuart Dryburgh. Argumento: Henry James. Guión: Laura Jones. Música: Wojciech Kilar. Producción: Monty Montgomery y Steve Golin.

Sinopsis
1872, Inglaterra. Isabel es una joven que al quedar huérfana, permanece en casa de un tío adinerado. La vida provinciana y el futuro de una mujer abnegada no es un aliciente para Isabel, quien aspira a su libertad e independencia. Cuenta con el cuidado de su primo Ralph, quien secretamente la ama; a su vez, tiene a dos pretendientes sinceros a quien desdeña, pues el matrimonio no está en sus planes. Un día, Isabel conoce a una viuda: Madame Merle, y queda fascinada por su sofisticación y cultura, desde entonces será un ejemplo a seguir. Merle descubre la admiración de Isabel y se entera que la herencia que ha dejado el tío pasa a manos de la joven, cumpliendo los deseos de Ralph. La viuda teje artimañas para que Isabel se enamore del perverso Gilbert Ormond, y en mancuerna con este manejarán la fortuna.
Comentario
La historia es precedida por una secuencia en el bosque en época actual, en donde las voces femeninas disertan sobre caricias y amor; una especie de gimnopedia que anuncia el tema de la película. Prevalece el claroscuro en los interiores que reflejan el estado interno de la protagonista; los únicos dos momentos en donde apreciamos franca luminosidad son en la primera y última secuencias, ambas en el jardín de la casa del tío, en donde inicialmente, se cuestiona el futuro de Isabel como mujer libre e independiente, y después, para reflexionar sobre su matrimonio fracasado y ser sorprendida por su otro pretendiente, el señor Goodwod.
La música es eminentemente femenina y triste, nostálgica, pero también eufórica y apasionada; sobresalen las piezas de Schubert. La construcción de personajes es muy bien realizado, tanto los protagonistas como los secundarios e incidentales; cabe destacar la participación de Malkovich, quien siempre da muestras de su enorme capacidad histriónica.
Hay dos elementos que saltan a la vista, por su cuidada estética: La secuencia del ensueño de Isabel, en donde se ve a sí misma con sus dos pretendientes y su primo, dato que simboliza la sexualidad y erotismo reprimidos en la mujer de ese siglo, cuya resolución pictórica, nos recuerda a Goya; por otra parte, la secuencia del sueño de Isabel, que es un vertiginoso tren de imágenes surrealistas, en donde se ve a sí misma desnuda y con objetos simbólicos que señalan la desdicha con la que vive al lado de Ormond.
En cuanto a los espacios cerrados podemos contar la vida misma de Isabel que opera como una cerca; la casa y habitaciones de la protagonista son inmensas, pero son cárceles, incluso el jardín. El símbolo espacial más importante para ella lo constituyen las puertas. Cada vez que Isabel pasa por las puertas principales de las casas, al abrirlas se ve la oscuridad del interior; cuando las cierra permanece imperceptible en el espacio, hasta que resuelve adentrarse. Nunca la vemos salir de esas puertas para llegar a la luz natural; nunca duda en girar las perillas, abrir las puertas y pasar a través de ellas, cerrándolas siempre contundentemente. Esto mismo, es lo que ella ha hecho con su vida. Sólo después de la propuesta del señor Goodwod, Isabel permite un beso de este, para huir y refugiarse en la casa del tío; llega frente a la puerta, toma la perilla, pero no la gira; da la vuelta, hacia la luz natural y permanece inmóvil, dudando en su decisión por primera vez. La puerta queda cerrada a su espalda y no sabemos si entra o no. Llegamos al final.
El gran problema del filme es su ritmo, demasiado denso, que no permite una progresión dramática; hay demasiados diálogos, algunos innecesarios. Tal vez por ser una historia intimista resulte cansada, pero ni siquiera las buenas actuaciones salvan la tremenda longitud de la película. La edición está muy bien cuidada con una selección equilibrada y armoniosa de planos; sin embargo, hay escenas de relleno que permanecen en detrimento de la historia. Parece la triste mezcla de una Madame Bovary debilitada, una Mary Rilley intimidada y núbil más la Mary Shelley apasionada e incomprendida. Nuevamente se habla de la melancolía, soledad e insatisfacción femenina, pero derrochando clichés rosas. Su mayor defecto es que nos recuerda los velos y encajes llorosos que abundan en el cine de género: Sensatez y sentimientos, Orgullo y prejuicio, El secreto de Mary Relley, Madame Bovary, La lección de piano, que, con excepción de la última, lejos de reivindicar la figura femenina la someten a una resignación del amor frustrado, reprimido o compensado y en el mejor de los casos, el suicidio. Tan solo “mujeres rotas”, una y otra vez, a despecho de Simone de Beauvoir.

EXPRESIONISMO

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