Las Moradas
Santa Teresa
En la prosa de Santa Teresa vemos un
lenguaje muy sencillo, incluso reiterativo; con pocas imágenes, siendo éstas
muy sencillas, de poca elaboración y un tanto simples. Desde el principio queda muy claro que la
obra fue escrita por encargo y que la autora no está contenta con la tarea,
para ella es una orden que debe cumplir. Habla de sus enfermedades y sus
frecuentes dolores. Para Santa Teresa la
escritura no es un don, para ella es mucho esfuerzo y duda de su capacidad para
hacerse entender; de hecho ella se compara con los pájaros que aprenden a
hablar, repitiendo una y otra vez lo
mismo.
En el lenguaje e ideas expuestas hay una actitud humilde que se refleja
con vocabulario común y corriente; pero además, hay una cautela por parte de la
española, en dejar claro que no está en contra del sistema eclesiástico y no
pretende pasar por original, extravagante o rebelde: “Si alguna cosa dijere, que no vaya conforme
a lo que tiene la santa Ilesia Católica Romana, será por inorancia y no por
malicia.”
El
capítulo segundo de las Moradas Séptimas ilustra cómo el alma en su centro,
alberga la morada en donde está dios, y al lograr llegar hasta ese sitio, el
individuo podrá realizar un matrimonio eterno con el Señor. Santa Teresa deja
muy claro que este matrimonio con la divinidad no es igual en todo al
matrimonio humano, pues la unión con dios es para siempre.
Santa
Teresa habla de dos maneras en que dios se manifiesta al alma: Por visión imaginaria y por comulgar. Deja muy claro que en el centro del alma ya
no hay visiones imaginarias, sino intelectuales que, aunque no explica, se
puede deducir que son producto de una profunda meditación espiritual. Como la
autora no está segura de ser clara en sus explicaciones, hacia el final recurre
al ritual de la Última Cena, y compara la unión entre hombre y dios, con la
unión católica que existe con Jesucristo a través del pan y el vino.
Por
último, como Santa Teresa está explicando un procedimiento para llegar a dios,
recomienda la penitencia del alma, ya que ésta, según sus palabras, brinda más
deleite espiritual. El sufrimiento, el dolor, la enfermedad son vistos por ella
como un obsequio de dios, y nos da una comparación sencilla: Dios está en el
alma que sufre así como un rey está en su palacio, aunque haya problemas. Al
final, como no tiene la certeza de que el lector dé crédito a lo expuesto,
Santa Teresa deja libre el pensamiento de los demás, pues para ella es
suficiente comprobar para sí todo el procedimiento que relató: “Pensá lo que quisiéredes; ello es verdad lo
que he dicho.”
Lo
que me parece más destacable de todo, es su concepción del dolor como sanación,
estar con Dios o cerca de dios es sufrir por él. No hay gozo en la vida, todo es dolor y
penitencia, así es como se obtiene la claridad para llegar a la Morada más
importante, en donde, según ella no todos pueden llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario