viernes, 5 de junio de 2009

Teatro

3 comentarios:

  1. ACERCAMIENTO A UN SUEÑO REALIZADO, DE JUAN CARLOS ONETTI.
    TEATRO DENTRO DE LA NARRATIVA.

    En este cuento se retoma la tesis expuesta en Hamlet: “Ser o no ser”, disyuntiva que excluye el estado de “parecer”. Si bien el ser humano busca su autorrealización “siendo algo”, cuando esto se reduce o permanece en el simple “parecer algo” deviene la frustración, en seguida la desesperación y por último, la destrucción. Hay un paralelismo psicológico entre el personaje de Hamlet con la historia, los diálogos y personajes de Un sueño realizado.
    En primer lugar, el director de teatro ha dejado de montar obras, según la broma de Blanes, por haberse arruinado “dando el Hamlet”; el desconocimiento del director por la obra se refleja en su desentendimiento por lo que acontece a su alrededor: no conoce en realida a Blanes ni comprende del todo a la mujer que desea escenificar su sueño. La mujer es bizarro de Hamlet, a quien sabemos afeminado, débil, pero también con sentimientos de venganza, autodestrucción y tormento. La mente dividida de Hamlet, entre locura y cordura, ser y no ser, se refleja en la mujer, quien ha soñado con ser lo que en la realidad tan sólo aparenta. Por la descripción hecha de la mujer, sabemos que es alguien ya maduro que intenta rescatar tardíamente su juventud. Su deseo de llevar al teatro el sueño es metáfora de querer realizar en la vida su mayor anhelo: ser mujer, no sólo aparentarlo. Hay varias alusiones a esto: “...Entretanto yo estoy acostada en la acera, como si fuera una chica... vi cómo ella salía de la puerta de la casucha, moviendo el cuerpo como una muchacha...”
    El travestismo en el cuento no es aparece como un trastorno sexual, sino que permite perpetuar la apariencia; la mujer, que en realidad es hombre, tiene el dilema entre el ser y el parecer mujer; lo primero se cumple en el sueño, por eso recuerda haberse sentido muy bien mientras soñaba: “...Dice que mientras dormía y soñaba eso era feliz, pero no es feliz la palabra sino otra clase de cosa”. La otra clase de cosa es el “ser”. Por otra parte, cobra gran importancia lo que callan los personajes, o mejor dicho, lo que no pueden explicar con palabras; porque el silencio es un cómplice y confidente del parecer y no traiciona el fracaso del individuo: “...empecé a saber cosas y qué era aquello en que estábamos metido, aunque nunca pude decirlo...”
    Pero cómo saber que el personaje es un travestido y no una mujer. Primeramente, su aspecto es un poco forzado y el mismo cambia en la última ocasión que lo ve el director: “La otra, la loca, vestida de negro, en cuanto llegó se estuvo un rato mirando el escenario con las manos juntas frente al cuerpo y me pareció que era enormemente alta, mucho más alta y flaca de lo que yo había creído hasta entonces...” También sabemos que su reputación no es muy buena y que en el primer día que conoció a Blanes pasó la noche con éste, quien nos lo ratifica: “Cuando nos fuimos a acostar, a cada momento se entreparaba en la calle...para agarrarme de los hombros y las solapas y preguntarme si yo entendía, no sé qué cosa, algo que él no debía entender tampoco muy bien, porque nunca acababa de explicarlo...”
    El deseo de ser “otro” es el objetivo del personaje “mujer”. Todos los demás personajes importantes se encuentran entre el ser y el parecer, pero ellos no se han debatido como Hamlet la duda interna. El único personaje que logra expresarlo e intentarlo es la “mujer”; Blanes nunca logra saber lo que ocurrió, pero el director llega a entenderlo al final: “comprendí qué era aquello, qué era lo que buscaba la mujer, lo que había estado buscando Blanes borracho la noche anterior en el escenario y parecía buscar todavía, yendo y viniendo con sus prisas de loco: lo comprendí todo claramente como si fuera una de esas cosas que se aprenden para siempre desde niño y no sirven después las palabras para explicar.”: Esto es, llegar a ser lo que se desea y no tan solo parecer.

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  2. Juan Carlos Onetti
    (Montevideo, 1909 - Madrid, 1994)
    Un sueño realizado, fragmento.


    La broma la había inventando Blanes —venía a mi despacho— en los tiempos en que yo tenía despacho y al café cuando las cosas iban mal y había dejado de tenerlo— y parado sobre la alfombra, con un puño apoyado en el escritorio, la corbata de lindos colores sujeta a la camisa con un broche de oro y aquella cabeza —cuadrada, afeitada, con ojos oscuros que no podían sostener la atención más de un minuto y se aflojaban en seguida como si Blanes estuviera a punto de dormirse o recordara algún momento limpio y sentimental de su vida que, desde luego, nunca había podido tener—, aquella cabeza sin una sola partícula superflua alzada contra la pared cubierta de retratos y carteles, me dejaba hablar y comentaba redondeando la boca:
    —Porque usted, naturalmente, se arruinó dando el Hamlet—. O también: —Sí, ya sabemos. Se ha sacrificado siempre por el arte y si no fuera por su enloquecido amor por el Hamlet...
    Y yo me pasé todo ese montón de años aguantando tanta miserable gente, autores y actores y actrices y dueños de teatro y críticos de los diarios y la familia, los amigos y los amantes de todos ellos, todo ese tiempo perdiendo y ganando un dinero que Dios y yo sabíamos que era necesario que volviera a perder en la próxima temporada, con aquella gota de agua en la cabeza pelada, aquel puño en las costillas, aquel trago agridulce, aquella burla no comprendida del todo de Blanes:
    —Sí, claro. Las locuras a que lo ha llevado su desmedido amor por Hamlet...
    Si la primera vez le hubiera preguntado por el sentido de aquello, si le hubiera confesado que sabía tanto del Hamlet como de conocer el dinero que puede dar una comedia desde su primera lectura, se habría acabado el chiste. Pero tuve miedo a la multitud de bromas no nacidas que haría saltar mi pregunta y solo hice una mueca y lo mandé a paseo. Y así fue que pude vivir los veinte años sin saber qué era el Hamlet, sin haberlo leído, pero sabiendo, por la intención que veía en la cara y el balanceo de la cabeza de Blanes, que el Hamlet era el arte, el arte puro, el gran arte, y sabiendo también, porque me fui empapando de eso sin darme cuenta, que era además un actor o una actriz, en este caso siempre una actriz con caderas ridículas, vestido de negro con ropas ajustadas, una calavera, un cementerio, un duelo, una venganza, una muchachita que se ahoga. Y también W. Shakespeare.
    Por eso, cuando ahora, solo ahora, con una peluca rubia peinada al medio que prefiero no sacarme para dormir, una dentadura que nunca logró venirme bien del todo y que me hace silbar y hablar con mimo, me encontré en la biblioteca de este asilo para gente de teatro arruinada al que dan un nombre más presentable, aquel libro tan pequeño encuadernado en azul oscuro donde había unas hundidas letras doradas que decían Hantlet, me senté en un sillón sin abrir el libro, resuelto a no abrir nunca el libro y a no leer una sola línea, pensando en Blanes, en que así me vengaba de su broma, y en la noche en que Blanes fue a encontrarme en el hotel de alguna capital de provincia y, después de dejarme hablar, fumando y mirando el techo y la gente que entraba en el salón, hizo sobresalir los labios para decirme, delante de la pobre loca:
    —Y pensar. .. Un tipo como usted que se arruinó por el Hamlet...

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  3. Hola Anabel,

    Esta genial, me gusta mucho le idea de tu blog pero creo que no le has terminado de entender del todo a la plataforma (a menos que sea tu intención en cuyo caso abstente de leer lo que sigue).
    Estas publicando nadamas el nombre del tema y despues poniendo la información como comentario, no se si sea lo que quieres pero por lo general el dueño del blog pone el "post" completo y ya quien lo lee va poniendo comentarios esto con el objetivo de que cuando alguien entre al blog aparesca todo lo que tu pusiste y los comentarios los lea solo cuando quiere
    saludos Anabel, a ver si nos vemos pronto

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